jueves, 6 de enero de 2011

Allí era un cuadro de deshielo (Bernardo Casado)

Mi padre era aficionado a la pintura. Aficionado en modo singular. Debe de entenderse esto como una predilección desmedida por una sola tela, que repetía sin variaciones para mi sorpresa, y para pleno de paredes y estantes.
En la habitación mas amplia de nuestro cuarto piso, escasa en mobiliario, pero acertada en útiles de arte, escondía su intención de duplicar el momento, el mismo agua lenta y paulatina que Monet había trazado en su Deshielo en Vétheuil.
Creo que no me explico suficientemente. No plagiaba. No cabría solucionarlo como excéntrico, extremo este que hubiera simplificado las cosas. Cualquier profesional de la conducta humana, hubiera desde luego coleccionado interminables reflexiones, consejas sobre el mas recto proceder mental. Se aventuraría a encontrar consignas de tarde en una recogida y silenciosa consulta, citándole para un nuevo y fructífero encuentro. Pero ninguna relación existe entre la locura y la psiquiatría .
Predecía lograr el momento justo en el que Monet-padre agarró aquellas nieves que se iban descolgando. Pintar el mismo resultado de agua. El hielo, la nieva deshaciéndose en 1881, y dar otra fecha a aquel instante.

Nunca he podido decir que me robara tiempo, que descuidara los deseos de un niño que precisa y desea ser atendido

- Bien, por hoy es suficiente. Lávate esas manos. Debes de tener cuidado, esto no sale con facilidad, y sonreía a continuación.

- Papá, mañana terminas este. Queda muy bien.

- Mañana es un verbo terco, hijo.

- ¿Que es terco?, ¿como difícil?.

- Aún peor que difícil, que no se deja hacer. ¿Lo entiendes mejor así?.

Asentí entonces con la cabeza, escondiendo una mentira de aquellas tipificadas como blancas, pero es que me agradaba tanto verle satisfecho después de pintar, o de explicarme algo que el suponía complicado y que yo daba por hecho no llegar a entender.

Durante los días mas soleados del verano, mantenía la ventana abierta y fumaba continuádamente. En ocasiones, yo me acercaba con alguno de mis dibujos, que cada día se iban asemejando mas al modelo que mi padre había elegido. He de admitir, que yo nunca he sabido pintar, es mas, mis destrezas en esta materia son tan solo comparables con las de un niño, que próximo a quedarse dormido, se propone explicar en formas, cualquiera de sus ocurrencias. Zoología de la pintura. Junto a lienzos o marcos, tubos de pintura, pinceles, y otros mamíferos de la familia, mi padre se aproximaba o se alejaba del lienzo como si se tratara de un acompasado baile de salón en cualquier corte del siglo XVIII. Ladeaba la cabeza. Se mostraba satisfecho con el avance logrado o disentía respirando profundamente, entonces parecía querer inhalar todo aquello que no le agradaba, tragárselo y deshacerse de las pinceladas que sobraban e incluso de las que todavía no había ejecutado.

Lentamente se fueron espaciando mis visitas a la sala de pintura. Pero no solamente las mías. Mi padre, que arrastraba una pequeña dolencia desde hace años, y que los años se encargaron de dar verdadera importancia a su naturaleza, comenzó a eludir la confianza con sus animales preferidos.

-¿Como te encuentras hoy?. Dice mamá que mucho mejor. Toma, te he traído el periódico, y hay una página donde hablan de una exposición. Esa te gustaría.

Mi madre, siempre velando por la quietud de mi padre, me reprendía con esos argumentos que son mas una invitación que un reproche. - Si, si, si ya me voy, era solo lo del periódico -.

- No has recogido todavía las cosas de tu habitación, y se va haciendo demasiado tarde.

Cuando no se supera la estatura de los siete años, y te agasajan con la visita a casa se una tía de innumerables cualidades, a la que se ha visto escasas veces, - allí estarás muy bien, son solo unos días, así papá tendrá una temporada de descanso, es lo mejor para él, ¿sabes?, ha insistido tanto el médico - es que los coches ya no circulan por el lado correcto de la carretera, y el viento no mueve los árboles.

La temporada fue corta. Extremadamente corta. Pictóricamente corta. Corta para una edad de siete años. A pesar de los ingenios que empeñaba mi atenta tía, yo seguía soñando con una escena de deshielo, con una escena de habitación en un cuarto piso.

No he vuelto a entrar en aquella habitación. Salvo en dos ocasiones. Un reto y su reválida. La primera para recoger mis dibujos, quiero llamarlos así. La última, para llevarme uno de aquellos deshielos y mudarlo a una casa soleada donde vivo ahora, en la que en los meses de verano abro una ventana y marco unos pasos de baile al estilo cortesano. No es desde luego igual que aquella. Aquella fue la habitación con mas agua en cualquier catastro.

Por cierto, yo pinto por las noches, tremendamente escondido.


* Bernardo Casado. España. Perfil en Badosa . Página profesional

1 comentario:

  1. Muy bonito. En unos pocos compases, las tripas de una relación filial, de una admiración profunda. Y luego, la inevitable longevidad del recuerdo. Preciosa historia.

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