sábado, 15 de enero de 2011

Fray Luis y las manzanas (Germán Vieco)

Eran tiempos de guerra y de peste, de fé y de ignorancia. De altas torres de piedra, y chatas iglesias que olían a incienso y a vino, a paja y a manteca. Y en los campos y los caminos - frutos de una era  incierta, empujándose sin fin los unos a los otros - crecían campesinos, soldados, gitanos y brujas.
El sol empezaba a descender en el cielo y Fray Luis, montado en su burro, ajeno a todo este movimiento, volvía a su convento desde los lejanos huertos con las alforjas repletas de manzanas que había cogido esa misma tarde. A los lados del camino los pastos, los olivos y las viñas le miraban pasar con verde y perezosa curiosidad.
Pero el fraile no era consciente de ello. Balanceándose sobre el lomo duro y peludo del burro, canturreaba salmos en voz baja.
Entonces algo le distrajo de su oración. Al principio no fué más que una molestia en la boca del estómago, que poco a poco fue creciendo hasta convertirse en un dolor punzante, absoluto: poco después perdió el mundo de vista y cayó al suelo, con un ruido como de ropa vieja. Luego escuchó el redoble de los cascos del burro al alejarse trotando.
Pasó un buen rato. Tumbado boca arriba en el camino, Fray Luis sintió que el dolor iba dejando paso a un blando adormecimiento que se iba apoderando de él.
- ¿Voy a morir, señor?- preguntó al cielo en voz alta - ¿es este el momento?
El cielo no dijo nada.
Como dice el tópico, su vida entera empezó a desfilar ante sus ojos: se vio primero cantando en el coro, acompañado de los demás monjes, en una mañana de verano. Luego trabajando el pequeño huerto del convento, o - como aquella misma tarde - en las tierras de alrededor, durante las tardes. El cuadro cambió de golpe, y se vio paseando por el claustro, y dibujando miniaturas en la biblioteca, sentado en su pupitre. Ora et labora, decía la regla. Mortificación y renuncia.
Y el libro de su vida seguía pasando capítulos. Volvió a verse cantando en el coro, ahora en una mañana de lluvia. Y trabajando el huerto por las tardes. Y paseando en el claustro, o dibujando miniaturas en la biblioteca, sentado en su pupitre. Con algo de tristeza, se dio cuenta de que todos sus días habían sido el mismo, salvo por algún detalle nimio como el clima, las estaciones o los años. Y por fin, tras una sucesión interminable de cantos, trabajos y paseos, llegó hasta el momento actual, y se vio muriendo solo en un camino polvoriento, sin pena ni gloria, sin cánticos, sin fanfarria de trompetas tocadas por serafines. Por más que se concentraba, no veía el cielo abrirse por ninguna parte.
Sin venir a cuento, una cigarra se puso a cantar en un matorral cercano.
No era justo. Toda una vida preparándose para ese momento, y ahora sentía que había sido inútil. Ni siquiera tenía un pasado licencioso del que arrepentirse, gozando secretamente con su recuerdo de vez en cuando. Sólo cantos, trabajo y paseos. Y alguna miniatura, claro.
- No es justo.
Ni el Diablo se había tomado la molestia de tentarle. Recluido en su santidad - ahora lo veía - se había aburrido mortalmente, y hasta ese aburrimiento se había disuelto en el caldo uniforme de sus días y sus noches. A lo mejor la vida eterna  también era así de aburrida, con el agravante de que no habría verano ni invierno, ni días, ni noches. A lo mejor el cielo era un monasterio infinito con un inagotable huerto, un interminable claustro y una ilimitada biblioteca.
No. Decidió que prefería condenarse a comprobar que así era. Había que hacer algo, y deprisa.
Entonces, a su alrededor, vio las manzanas.
Las manzanas. Habían caído del canasto al huir el burro, y ahora le rodeaban en el suelo, como cándidos centinelas. Algunas eran de un verde pálido y otras amarillas, y la mayoría se teñían a trozos de un  arrebol violento... fijó la vista en ellas, y luego aspiró su olor ácido y al tiempo suave, dilatando mucho las aletas de la nariz. Manzanas, por supuesto. Nada más apropiado.
La condenación de Fray Luis fue rápida, instintiva y urgente: extendió la mano con dificultad, y agarró una de las manzanas. La manoseó, la palpó con algo parecido a la lujuria y en la mitad de un momento aprendió a recrearse en el contacto de su piel lisa y tibia, explorando su superficie una y otra vez  con dedos ávidos e impertinentes. Se la llevó a la boca y la mordió vorazmente, notando cómo el zumo ácido y fresco se le escurría de la boca manchándole las mejillas, el cuello y el pecho. Por primera vez en su vida se sintió lúbrico, perverso y lascivo.
Y entonces, notó que la negrura le invadía del todo. Se dejó llevar, con una sonrisa de triunfo.

***
- ¿Hermano?
Una voz grave. Quizá el Diablo en persona, que venía a recibirle… algo más lejos, un rebuzno.
- ¿Hermano?
Otro rebuzno más fuerte. Abrió los ojos.
Lo primero que vió fueron unos pies calzados con albarcas, que para nada parecían pezuñas de cabra. Más arriba un jubón gastado y una pelliza de lana.
- ¿Estais bien, hermano?
Se encontraba en el mismo camino, ya de noche. Un pastor enorme sujetaba con una mano la correa del burro fugado y le tendía la otra para ayudarle a levantarse.  Se agarró de ella y se incorporó. Al hacerlo pisó una manzana, que reventó bajo su sandalia con un blando crujido.
Fray Luis ya no se sentía un ángel caído, ni un santo, ni un hereje. A decir verdad, se sentía como un perfecto imbécil.
Confundido, miró a su alrededor. Debían haber cerrado ya las puertas del convento. Le preguntó al pastor si podía cobijarle esa noche.
- Pues claro, venid a mi cabaña. Allí tengo queso, y un vino muy bueno.
Tirando del burro echaron a andar camino adelante.
Al doblar un recodo, Fray Luis creyó ver algo a lo lejos. Moviéndose como luciérnagas en la oscuridad había unos débiles puntos de luz: antorchas, seguro. Debían estar buscándole.
Por un momento, las siguió con la vista. Luego se caló la capucha del hábito - empezaba a hacer frío - y siguió andando detrás del pastor, sin decir nada.


Germán Vieco. Otros relatos . L´Hospitalet de Llobregat

1 comentario:

  1. Hola, soy el autor de este cuento y estoy acabando su versión "2.0". Por favor, borra este post y te la enviaré en cuanto la tenga lista.
    Gracias!!
    Germán Vieco

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